Las hojas de otoño levitan delicadas
para no rozar el desamor,
pero la imagen de tu recuerdo
queda suspendida en la memoria
de los viajeros.
Y tú observas
cómo las naves lejanas dibujan sombras en el mar..
Estos ojos de juventud
presurosos al amor
no saben de tinieblas
y se lanzan al vacío
llenándolo de promesas.
Es entonces, cuando estos ojos
se llenan de azul.
Sentado a la orilla del cansancio
observas como lo hacen las piedras,
inmóviles a toda tormenta;
distingues el baile de las ramas
en el viento
y sabes de manos blancas,
del amor y sus caricias,
para correr tras él.
Llegas al patio de naranjos,
donde sabes que un viajero
no hace preguntas,
nadie hace preguntas en la ventana del invierno
porque la magia conoce tu nombre.
Ya no hay hojas que bailen en otoño,
tampoco nieve que cubra los eneros.
Te acurrucas en mis ojos,
en la ausencia para hacerlos tuyos.
Sabes...
que espero los granos del amor
para germinar en tu próxima primavera.