Me desperté con el silencio de tus ojos,
la heredad de los días te pesaba.
Recordabas la natural caída de las hojas en otoño,
cuando las noches se fugaban y se colaba la luz por tu ventana.
No supe distinguir la levedad de la proximidad del olvido,
solo sé, que abrí los ojos una mañana y todo era cenizas,
no me preocupe por recogerlas,
salí de allí y cerré la puerta.